lunes, 10 de septiembre de 2007

La complacencia de González, la valentía de Lizarbe

Continuando con la serie de artículos, comentarios y entrevistas que giran en torno a la política navarra publicados en El País y que tratarían de explicar la conducta del PSOE-PSN, el pasado sábado Felipe González publicaba en el mismo periódico un texto titulado “Navarra”. Su análisis es puramente de defensa de las posiciones mantenidas por el PSN, tanto en la campaña como posteriormente, sin asomo de autocrítica y razonando la pobreza de los resultados obtenidos y las complicaciones de su gestión por el hecho de las dificultades inherentes a un escenario de confrontación entre dos polos identitarios. En la primera parte del artículo insiste una y otra vez en la interpretación de que Navarra “estaba y está sometido al choque de trenes de nacionalismos enfrentados que dividen a la comunidad más por razones identitarias que por las propuestas de ideas incluyentes de la diversidad”, derivándose de ello la fortaleza de UPN, los progresos de Nafarroa Bai y el estancamiento socialista.

Para González, la solución, a la hora de conformar gobierno, debía de haber descansado sobre la cesión de responsabilidades a la primera fuerza política. En caso de que ésta hubiera fracasado, debía de haberse dado protagonismo a la segunda. En la hipótesis de que UPN y Nafarroa Bai no hubieran recabado los apoyos suficientes, debían de haberse repetido las elecciones.

En su comentario a la gestión política producida de hecho, González expresa: “No tengo la menor idea de cómo se produjeron las conversaciones entre la dirección federal de los socialistas y los compañeros de Navarra a partir del día electoral, pero comprendo la posición de la Ejecutiva, más allá de razones estatutarias. Si me hubiera tocado decidir, hubiera hecho algo semejante, con la salvedad de que no conozco las razones de la dirección más allá de lo hecho público en medio del ruido de las interpretaciones”.

Como contrapunto al comentario de González, y también a los demás artículos que han incidido en la racionalidad de las decisiones de Ferraz, hoy mismo publicaba Juan José Lizarbe, exsecretario de la organización socialista navarra, un interesante artículo en Diario de Noticias en el que ponía firmemente los puntos sobre los íes al hablar de los resultados y de las estrategias llevadas por el PSN. Habla sin tapujos de la inercia negativa de algunas propuestas como por ejemplo la referida a la Transitoria, así como de que la estrategia electoral desarrollada no ha arañado “ni un voto por el centro a UPN, ni hemos obtenido nada de los nuevos votantes jóvenes progresistas que NaBai sí ha sabido seducir. Desde luego no hemos liderado desde la centralidad política, el importante abanico de progreso social mayoritario, y que excede con mucho de los setenta mil votos recibidos. Decenas de miles de votos progresistas han recalado en NaBai sin ser nacionalistas y en UPN sin ser de derechas, porque no les hemos convencido”. Desde luego, es evidente que los problemas del PSN vienen sobre todo de la pérdida de varias decenas de miles de votos en las elecciones autonómicas respecto a las generales, algo crónico, pero altamente puesto de manifiesto esta vez.

Por otra parte, el socialismo navarro para nada se ha beneficiado de la circunstancia de estar gobernando el PSOE en Madrid. El 27-M nada supuso el efecto ZP en el resultado del socialismo navarro, de nada nos sirvió el aumento de la participación, nada nos aportó el aire fresco de los miles de nuevos votantes jóvenes, ni que en doce años fuesen las primeras elecciones con gobierno socialista y no conservador en la Moncloa, ni que nunca se viesen tantos ministros y líderes socialistas en nuestros mítines”. Para Lizarbe, lejos de las explicaciones de otros que subrayan la dificultad del escenario para el socialismo navarro, “si tenemos un techo electoral de cristal es producto de nuestra actitud y actuaciones, y no de ninguna fuerza maligna. La excesiva ambigüedad del mensaje de cambio en la campaña, la ausencia de claridad en las intenciones, la nefasta organización de la misma, los cuestionables y en muchos casos caprichosos relevos en las candidaturas, etcétera, no son las mejores recetas para aumentar el número de votos". "Lejos de abrirnos a la sociedad, en los últimos tiempos, nuestro partido se ha cerrado más en sí mismo, llegándose incluso a confundir la sana discrepancia interna con la disidencia -negando y reprimiendo aquélla e identificándola con ésta-. En lugar de emular al PSOE, hemos desatendido a muchos movimientos sociales, haciendo caso omiso de novedosas propuestas sociales, y la pretendida sintonía con los agentes económicos y sociales es pura desintonía en cantidad de asuntos. El despropósito no libra la consideración equivocada sobre la responsabilidad de los medios de comunicación. Siempre la culpa en el ojo ajeno, sin capacidad de autocrítica. Probablemente todo lo anterior ha contribuido a quedarnos en tercera fuerza política”.

Si valientes son las palabras anteriores, no lo son menos las que siguen, referidas a las posiciones de sectores del propio PSN relativas a los pactos de gobierno: “Y claro, en esta permanente búsqueda de culpables de nuestros propios males, llega la decisión de Ferraz, sobre la que caen todas las miradas de culpabilidad. Al principio daba la impresión de que aquí todos queríamos, pero que allí no nos dejaron. El paso de las semanas va demostrando que allí no querían desde el primer día, pero que aquí no todos estábamos por el gobierno de coalición progresista que sustituyese a UPN, tal y como han manifestado varios compañeros. En cualquier caso, y al margen de esa diferencia tan conocida como hasta ahora silenciada, la culpabilización de la decisión federal puede evitar, tanto como anteriormente las expectativas fallidas de cambio, una evaluación de la deficiente gestión política realizada. Sería un error. La responsabilidad de la decisión es federal, pero el resto de responsabilidades son regionales: antes y después de la jornada electoral, incluida la mala gestión del resultado y las expectativas de cambio en Navarra y en Madrid”.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Sigue la ceremonia de la confusión

Diversas noticias recogidas de las ediciones digitales del Diario de Navarra y de El Pais del día de ayer parecen certificar que el maquiavelismo de Zapatero en relación con Navarra pasa por la continuación de la ceremonia de la confusión.

La primera noticia la protagoniza el Foro para el Relanzamiento del Socialismo. Este grupo del PSN, crítico y renuente a las decisiones de Ferraz, formado por militantes de la Comarca de Pamplona, Alsasua y Zona Media y Tierra Estella, afirma que pactar con «la derecha» en la designación del senador autonómico y de otros cargos institucionales ahondará «en el descrédito político del PSN-PSOE». Para dicho colectivo, la estrategia que se establezca en la configuración de dichos órganos y referentes institucionales «marcará el papel que el proyecto socialista» tendrá para recuperarse como «referente del bloque de progreso» o ser «apoyo o deudor subordinado del bloque conservador». Por otro lado, el Foro expresó su preocupación por las consecuencias que la conformación del Gobierno de Navarra en minoría de UPN-CDN puede tener en «la situación política e institucional» de gobiernos municipales apoyados o conformados por el PSN-PSOE y «otras fuerzas de progreso» (Nafarroa Bai e Izquierda Unida) a raíz del acuerdo del 15 de junio, en referencia a los de ayuntamientos de Barañáin, Burlada, Zizur Mayor, Villava, Alsasua y Olite. Así, «desde el más absoluto respeto al ámbito estatutario de decisión», el Foro instó a las direcciones de PSN y del PSOE a que fortalezcan estos gobiernos municipales, «mediante la profundización en la colaboración institucional, la síntesis programática y la mutua lealtad entre las formaciones políticas referidas». También reclamaron que se configuren «alianzas políticas dentro de la mayoría social de progreso, a ser posible bajo dirección socialista, evitando la connivencia estratégica con la derecha política», cumplimiento así «las resoluciones congresuales del octavo congreso del PSN-PSOE».

La segunda noticia tiene más enjundia. Su protagonista es el fracasado cabeza de lista del PSN al Ayuntamiento de Pamplona, el arquitecto Javier Torrens, y gira en torno a la conducta política que mantendrá el PSN con respecto a ANV, partido que, en la lotería de legalizaciones e ilegalizaciones pactada entre el PSOE y la izquierda abertzale, obtuvo el marchamo de la legalidad en Pamplona. Recordemos que el primer desaire que el PSN mostró a Nafarroa Bai fue precisamente ceder la alcaldía de Pamplona a Yolanda Barcina, la candidata de UPN, en detrimento de la opción representada por Uxue Barkos porque los socialistas dijeron que de ninguna manera podían coincidir en el sentido del voto con ANV. Pues bien, en una rueda de prensa en la que estuvo acompañado por los otros tres ediles del grupo municipal, Maite Esporrín, Jorge Mori y Eduardo Vall, y en la que dieron a conocer su organización interna y varias propuestas políticas, al ser preguntado sobre si tendrían inconveniente en coincidir en el voto con ANV, Torrens señaló que tras las elecciones municipales ya dijeron y siguen manteniendo que no gobernarían con esa formación, pero precisó que «sí» se apuntarán a «propuestas buenas para los ciudadanos, buenas para la ciudad, que estén en nuestro programa o en el de otros, pero que entendemos que son necesarias». «En esos casos podríamos admitir la colaboración o el apoyo de ANV», anunció el edil, quien subrayó que «en ningún caso una propuesta nuestra que esté votada por ANV la vamos a retirar, ni tampoco las de los demás grupos e incluso si ANV hace una propuesta que nos parece interesante para la ciudad y los ciudadanos la apoyaremos». Asimismo, Torrens incidió en que «la correlación de fuerzas de los grupos municipales y las pérdida de mayoría absoluta de UPN que debe gobernar en minoría coloca al grupo socialista en una situación privilegiada con grandes posibilidades de imponer y acordar» el contenido de su programa electoral que consideran «ambicioso y muy bueno para la ciudadanía». Tras apuntar que su grupo» tiene posibilidad real de ser la llave de la solución de muchos de los acuerdos y las propuestas municipales», señaló que, tanto en las iniciativas que puedan presentar con el resto de la oposición como con el equipo de gobierno, buscarán «siempre el máximo consenso en los acuerdos». En relación con el proceso de elección de presidente de la Mancomunidad de Pamplona, dijo que compete a la Ejecutiva de su partido presentar un candidato y negociar con los diferentes grupos, si bien opinó que «la cosa está bastante complicada».

La última noticia tiene visos de tragicomicidad (es decir, sería trágica, al menos para cualquier navarro que se precie, si no fuera cómica), preguntándose uno cuáles son los motivos de que figure en portada de la edición digital vespertina de El País del día de ayer. Narra, en plan chascarrillo total, la normalización de las relaciones personales entre Zapatero y Jaime Ignacio Del Burgo en la cafetería del pasillo del Congreso. Según nos cuenta el diario del grupo PRISA, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, transmitió ayer al diputado de UPN Jaime Ignacio del Burgo que está dispuesto a una "mayor colaboración" con este partido en Navarra "si las cosas van bien" durante los próximos meses y no surgen problemas entre los Ejecutivos central y foral. Zapatero y Del Burgo mantuvieron una conversación "privada y muy cordial" en la cafetería del Congreso de los Diputados que sirvió para intercambiar pareceres y hacerse algunos reproches, pero siempre en un tono "muy cariñoso", según ha explicado el propio diputado del Grupo Popular. La conversación fue divertida", ha puntualizado. "Cuando estábamos en el escaño me había hecho un gesto con la mano como diciendo 'te voy a dar'. Después, en el bar, se acercó a mí cuando ya me marchaba. Yo me puse de espaldas a la pared con los brazos en alto diciendo 'a ver por qué se me va a fusilar'". Siempre según la versión del diputado popular, Zapatero le comentó que durante las vacaciones le había escuchado decir "unas cosas durísimas un domingo por la mañana en la Cope" sobre el posible pacto de Nafarroa Bai y el Partido Socialista para gobernar la comunidad autónoma. Del Burgo justificó sus palabras en la emisora de la Conferencia Episcopal por el contexto" político que se vivía aquellos días en Navarra y aprovechó para preguntar a Zapatero si existe algún "pacto" secreto entre PSN y Nafarroa Bai para presentar una moción de censura a Miguel Sanz y arrebatarle el poder después de las elecciones generales.

El jefe del Ejecutivo tranquilizó a Del Burgo y le aseguró que "la relación se puede estrechar con el gobierno de UPN si las cosas van bien" durante los próximos meses. Entre medias, se sumó a la charla el socialista Alfonso Guerra, presidente de la Comisión Constitucional del Congreso, para apuntar en tono de broma que "estos católicos tienen poca fe" en el futuro de Navarra. La réplica del diputado de UPN fue inmediata: "Hasta Santo Tomás dudó". La conversación entre el presidente del Gobierno y el portavoz de UPN avanzó poco a poco hacia otro tipo de cuestiones, pero manteniendo el clima de "máxima cordialidad".

Sobre el maquiavelismo de Zapatero

El lunes pasado día 3 El País publicaba, bajo el título “Navarra”, un artículo de opinión del sociólogo aragonés, y profesor de la Universidad Complutense, Enrique Gil Calvo. En él se refería al tema navarro como uno de los “dos temas oscuros”, junto con el de las infraestructuras catalanas, que “podrían convertirse en verdaderas cargas de profundidad, pues ponen en tela de juicio la retórica política del actual Gobierno socialista”. Las opiniones de Gil Calvo sobre la actitud del PSOE en relación con Navarra durante este verano eran las siguientes:

“En principio, la resolución de la crisis navarra de ingobernabilidad, abierta por unos resultados electorales imposibles de conciliar, parecía satisfacer con éxito el habitual diseño de la marca Zapatero, refinadamente maquiavélico: un diseño que en otras ocasiones he calificado de equilibrista o funambulesco. En efecto, como es sabido, la estrategia radical del Partido Popular es que quiere provocar la polarización de España para empujar a Zapatero al otro extremo del espectro, donde se quedaría encerrado y enredado con las minorías antisistema: nacionalistas, izquierdistas, independentistas, etcétera. Y para escapar de esa trampa, Zapatero tiene que lograr la cuadratura del círculo, quedando en tierra de nadie y caminando por la cuerda floja entre los fuegos cruzados del PP y los secesionistas, algo que hasta ahora ha sabido conseguir con éxito. Así ocurrió con la crisis del Estatuto catalán, en la que Zapatero logró pactar con Artur Mas una posición intermedia que era rechazada tanto por el españolismo del PP como por el independentismo de ERC. También ha pasado algo parecido en el País Vasco, donde Zapatero ha logrado entenderse con el transversalismo de Imaz pactando una posición equidistante entre el españolismo del PP y el independentismo de Ibarretxe, EA y Batasuna. Y aplicando el mismo diseño, el funámbulo Zapatero ha querido hacer lo mismo en Navarra, pactando con UPN un arreglo equilibrado que le permitiera escapar tanto del españolismo del PP como del vasquismo de Nafarroa Bai: de ahí las contrapartidas que ha venido ofreciendo Miguel Sanz (separación parlamentaria del PP, retirada del recurso contra la Ley de Dependencia, tolerancia del aborto quizá). Pero con lo que no contaba Zapatero era con que se le rebelasen las bases navarras del partido socialista, que como antes les pasó a los socialistas catalanes se habían tomado al pie de la letra la oferta de Zapatero de respetar y hacer cumplir la voluntad de los navarros.

Aquí es donde está el problema: en la deriva hacia el confederalismo a la que ha conducido la peligrosa oferta de Zapatero de multiplicar el autogobierno de la España plural. Dejándose llevar por esa idea, los socialistas navarros, como antes los catalanes, reclaman hoy poder cumplir su propia voluntad territorial, con independencia de las consecuencias que ello pueda tener en el resto de España. Un sentimiento éste que también está detrás del malestar de los catalanes ante sus fallos infraestructurales, de los que sólo saben culpar a España y a los españoles. De ahí que ahora el aprendiz de brujo Zapatero pretenda recuperar la identidad unitaria vendiendo la marca Gobierno de España. Aunque quizá sea ya demasiado tarde”.

En ese artículo habla del maquiavelismo del presidente del Gobierno y lo ilustra con tres casos empíricos: el catalán, el de la CAV y el de Navarra. Hay que de decir que son tres ejemplos con fundamentos ciertamente dispares. En Cataluña Zetapé se aprovechó de la competencia entre CiU y ERC por liderar el nacionalismo catalán para negociar separadamente con cada partido en cada fase de la negociación del Estatut, y aprovecharse así de las debilidades de cada uno con el fin de extraer el máximo rendimiento. Tras desalojar del gobierno a Convergència a finales del 2003, limó a la baja las aspiraciones estatutarias de Esquerra con la colaboración activísima del partido de Mas, con lo que el PSOE conseguía la aquiescencia de sus sectores más jacobinos y abría una brecha difícil de reparar entre los dos partidos nacionalistas, máxime si éstos siguen empeñados en centrar sus esfuerzos en competir por poder gobernar en coalición con el PSC al menor coste para éste.

En la CAV la actitud maquiavélica de Zapatero no ha medrado a partir de ninguna reforma estaturia (relegada ad calendas graecas después de que las Cortes rechazaran la propuesta del lehendakari a principios de 2005), sino gracias al diseño establecido en relación con la negociación con ETA y con Batasuna. En vez de fijarse desde el principio un itinerario con dos carriles negociadores (uno militar entre el Gobierno y ETA y otro político en el que debían haber intervenido todas las formaciones), hasta septiembre de 2006 sólo habrían conversado en ambos planos dos interlocutores bifrontes: por un lado, el Gobierno-PSOE, y, por otro, ETA-Batasuna. A pesar de que ambos protagonistas han argumentado que las conversaciones políticas eran sólo metodológicas (siguiéndolo siendo hasta la ruptura total), la verdad es que, por lo que ha terminado sabiendo, los contenidos eran ciertamente políticos, otorgando un plus de protagonismo (que, andando el tiempo, debería traducirse en un plus de rendimiento electoral) a los participantes en las reuniones. El hecho de que a partir de septiembre de 2006 se incorporara, mediante invitación exclusiva, el PNV, mostraría que todas las conversaciones llevadas a cabo entre representantes del PSE-PSOE con representantes de Batasuna durante años (se habla que desde el año 2000), primero de carácter exploratorio y luego de naturaleza, es de esperar, más delimitatoria, se habían saldado ya con un fracaso, fracaso que sería necesario compartir con un tercero, justamente el último invitado a la mesa. Toda esa dinámica prenegociadora y negociadora registrada entre 2000 y 2006, acelerada tras 2004, ya de partida originó un clima de incertidumbre en los demás actores ante los hipotéticos escenarios que se podían haber instalado si el proceso de negociación con ETA se hubiera encauzado positivamente. Ese clima ha sido sustituído en los últimos meses por una sensación de impasse a la que el futuro inmediato dará salida, pero sin que se pueda vislumbrar con seguridad que se vaya a sustanciar una alternativa sólida al tripartito actual en la medida en que las alianzas transversales han brillado totalmente por su ausencia después de las últimas elecciones.

Sin embargo, en el caso de Navarra el maquiavelismo de Zapatero ha rizado el rizo. Si en Cataluña y en la CAV se ha dirigido a crear espacios de duda y de incertidumbre en los adversarios con el fin de dificultar sus decisiones, en Navarra los principales afectados por él no han sido ni UPN ni Nafarroa Bai, sino la propia organización territorial del PSOE. Independientemente de las responsabilidades, lo cierto es que la estrategia de marcha y contramarcha y vuelta a empezar ha desorientado especialmente a la propia militancia del PSN que llegó a pensar que era una organización capaz de discurrir autónomamente y ha comprobado que no es más que una sucursal sin peso alguno. En Nafarroa Bai los hechos han creado frustración por la evidencia de la continuación del pacto estructural entre UPN y PSOE para mantener el sistema político excluyente del Amejoramiento, pero, a la vez, satisfacción, por diversas razones: porque no se han cometido errores, porque se han ideado discursos válidos en todos los terrenos, porque las contradicciones quedan en territorio ajeno, y porque el papel protagonista y tractor en los escaños de la oposición será rentable a medio y largo plazo.

martes, 4 de septiembre de 2007

Otro editorial de El Pais

Los editorialistas de El Pais vuelven hoy a la carga, con un editorial titulado Las razones de Ferraz, tratando de proporcionar legitimidad a las decisiones tomadas por la dirección del PSOE en relación con Navarra. El editorial dice lo siguiente:

“La razón fundamental de la dirección del PSOE para no avalar una coalición con NaBai para gobernar Navarra fue el insuficiente resultado electoral del PSN. Así lo aclaraba el presidente Zapatero en la entrevista publicada el domingo en este periódico, y así lo explicó el sábado en Pamplona el secretario de organización, José Blanco. Zapatero considera relevante el hecho de que los socialistas fueran la tercera fuerza, y también que la coalición que venía gobernando con Sanz de presidente alcanzara el 46% de los votos. Tanto Zapatero como Blanco dijeron que la posición finalmente acordada había sido la de la dirección socialista desde el primer momento.

Si esto es así, hubo un problema de comunicación. Lo ministros y portavoces dijeron al hacer balance de los resultados del 27-M que la derecha había perdido el Gobierno de Navarra (al igual que los de Canarias y Baleares), y que la política de alianzas en la comunidad foral la decidirían los socialistas navarros. Y como estos se inclinaban por intentar gobernar con NaBai (e IU), se dio por supuesto que eso era lo que quería Ferraz (y La Moncloa). Al no dejarlo claro, las conversaciones con la coalición nacionalista llegaron hasta el acuerdo programático, lo que no es poca cosa; encallaron en la discusión del reparto de carteras, en la que el PSN planteó unas pretensiones impropias de un partido que había sido tercera fuerza.

Los argumentos que ha dado Blanco son razonables. La debilidad socialista (12 escaños sobre 50, frente a los 22 de UPN), unida a la heterogeneidad de NaBai (coalición de cuatro partidos) haría muy vulnerable al Gobierno alternativo. Y ofrecería flancos a la crítica de la derecha en temas como la relación con ANV (la pantalla de la ilegal Batasuna) o la propuesta de referéndum soberanista de Ibarretxe, que sin duda apoyaría una parte de la coalición. Un fracaso del experimento por escasa cohesión interna, más el riesgo de un efecto electoral negativo en el conjunto de España, eran razones para que Ferraz optase por descartar la alternativa.

Pero al permitir que las cosas llegaran demasiado lejos, esa dirección creó expectativas que se vieron defraudadas y tuvo que recurrir al criterio de autoridad para hacer frente a quienes la desafiaron votando una resolución cuando Ferraz ya había zanjado. Algo así habría sido conflictivo en cualquier momento, pero hasta hace unos años a nadie se le habría ocurrido cuestionar que la última palabra en materia de pactos la tiene la dirección central del partido. Ahora eso no puede darse por establecido”.

Según se ve, dan por buenas las razones esgrimidas por Blanco en Pamplona el pasado sábado y por Zapatero en entrevista en el mismo El País el domingo. Esas razones apuntaban al insuficiente resultado logrado por el PSN y a la entidad de la mayoría minoritaria de UPN. Con todo, los editorialistas de El Pais expresan su estupor ante las afirmaciones de aquellos dirigentes de que la dirección del PSOE había tomado desde el mismo 27 de mayo la decisión de dejar gobernar en minoría a UPN, por cuanto manifestaciones posteriores emitidas desde Ferraz afirmaban tanto la posibilidad de desalojar a la derecha del gobierno de Navarra como la autonomía del PSN a la hora de tomar decisiones, cuestiones ambas que finalmente llevaron a que las conversaciones con Nafarroa Bai llegaran hasta el acuerdo programático, lo que, en opinión de los mismos editorialistas, “no es poca cosa”.

Sin embargo, del asombro no se sigue imputación profunda alguna referida a la conducta del PSOE, sino más bien una exculpación. Las flagrantes contradicciones apuntadas entre lo manifestado por Blanco y por Zapatero y la sucesión de los mismos acontecimientos acontecidos son resueltas por los editorialistas del periódico de PRISA con el manido recurso de echar balones fuera. La culpa la tienen, en primer lugar, presuntos problemas de comunicación que se habrían registrado entre el PSN y el PSOE, provocados por la tendencia de las organizaciones territoriales del partido socialista durante los últimos años a “cuestionar que la última palabra en materia de pactos la tiene la dirección central del partido”. Pero, sobre todo, la responsabilidad recae en factores relacionados con Nafarroa Bai, no con la actitud mantenida por esta formación durante todos estos últimos meses, sino con hipotéticas disensiones que podrían tener lugar en el seno de esta coalición. Los comentaristas de El Pais se refieren a que la heterogeneidad de la misma debilitaría un posible gobierno tripartito debido a que cuestiones como las relaciones con ANV o las actitudes ante un hipotético referéndum convocado en la CAV serían elementos de división entre los partidos integrantes de NaBai. Dejando de lado la cuestión de ANV que merece un extenso tratamiento por separado y cuya gestión principal y prevalente ha correspondido y corresponde en exclusiva al PSOE, el último argumento de los citados es, a nuestro juicio, ciertamente peregrino. En el acuerdo programático de gobierno consensuado por el PSN, Nafarroa Bai e IU (y que, por cierto, los comentaristas madrileños ningunean una y otra vez, haciendo oídos sordos a sus contenidos) quedaba claro que se aceptaba sin ambages el marco institucional navarro. Ergo, cualquier cuestión que se hubiera planteado en la CAV habría sido debatida solamente en la CAV, siendo objeto de discusión exclusivamente allí.

lunes, 3 de septiembre de 2007

El relato de Blanco, el relato de Zapatero

Como es harto conocido, el pasado sábado José Blanco, Secretario de Organización del PSOE, hizo público su relato en relación con las negociaciones para la conformación del Gobierno de Navarra. Blanco aclaró, ante el total desconcierto de las bases navarras de su partido, cuya campaña se basó en la posibilidad de cambio político, que, desde el primer momento, Puras y Chivite conocían la posición favorable de los órganos federales del PSN a que UPN gobernara en minoría debido a que, en opinión de dichos órganos, un gobierno tripartito con Nafarroa Bai e IU habría sido “incierto, frágil y quizás efímero” porque los socialistas no eran el “elemento dominante” del mismo y porque Nafarroa Bai es una fuerza “inestable” que carece de solidez.

Después de haber sido dejado, junto con Puras, al pie de los caballos de semejante manera por Ferraz, resulta del todo punto increíble que Chivite, Secretario del PSN, hubiera comunicada a la salida de la reunión del sábado que, lejos de pensar en dimitir de su cargo, plantea agotar su mandato de cuatro años.

Sin embargo, la postura de Chivite no es la única prueba de que en el socialismo navarro lo que va, ya de por sí, mal irá inexorablemente a peor. El mismo sábado, el portavoz del grupo parlamentario socialista en el legislativo navarro, Roberto Jiménez (de quien hay rumores ciertamente negativos sobre su papel en el affaire de La Montañesa), venía a decir, en declaraciones transmitidas por Radio Euskadi, que las palabras de Blanco se habían malinterpretado, que no había habido ninguna postura rotundamente negativa desde el inicio desde los órganos federales del partido en relación con las negociaciones con Nafarroa Bai y con IU, y que, por el contrario, se habían permitido negociaciones de naturaleza exploratoria.

Desgraciadamente para Jiménez (y es absolutamente increíble que nadie se lo hubiera comunicado), el domingo El País publicaba una extensísima entrevista con Rodriguez Zapatero en la que al tema navarro se le dedicaba una parte nada desdeñable y en la que el Presidente del Gobierno se muestra todavía más rotundo que Blanco. En un país normal, semejante resbalón se zanjaría con una dimisión, acabándose así el periplo político de Jiménez.

Los párrafos de la entrevista dedicados a Navarra son los siguientes (nótese la actitud nada condescendiente de entrevistador):

“P. Me gustaría saber en qué momento hizo usted la reflexión de que resultaba más conveniente dejar gobernar a UPN en Navarra que aliarse con Nafarroa Bai.
R. Es una decisión que he tenido siempre. Cuando planteábamos la hipótesis de cuál iba a ser el resultado electoral en Navarra, siempre entendí que una etapa de colaboración razonable entre UPN y PSN sería muy positiva para la Comunidad navarra. Si nos retrotraemos a la propia precampaña, nunca hubo por mi parte ningún guiño a lo que pudiera ser un Gobierno de cambio.
P. Eso es verdad. Pero el Partido Socialista de Navarra sí lanzó luego mensajes en ese sentido.
R. No, no. No en la campaña. Vamos a ver, yo creo que es que hay que entender...
P. En la campaña no. Pero luego sí.
R. No. Bueno. Posteriormente. Yo creo que hay que entender algunos aspectos de la situación de Navarra. Primero, el Partido Socialista de Navarra fue tercera fuerza política. UPN perdió la mayoría absoluta, pero obtuvo un resultado del 46%, un resultado importante. Es decir, yo creo que, siendo tercera fuerza política, tiene que haber una razón muy, muy poderosa, y un entendimiento indudable con la segunda fuerza política, en este caso con Nafarroa Bai, para hacer una alternativa en toda regla al Gobierno de UPN. Siempre que UPN, en este caso Miguel Sanz, hiciera una oferta razonable de colaboración. En mi opinión, va a ser bueno para la convivencia. Es decir, este país tiene que acostumbrarse a que puede ser que en Galicia el PSOE gobierne con el BNG, y que en Navarra colaboremos con UPN. O que mañana podamos gobernar con... Por cierto, quiero decir que tengo el máximo respeto democrático a Nafarroa Bai.
P. Pero si el razonamiento fue así desde el principio, ¿no hubiera sido conveniente dejar clara su opinión públicamente? ¿O habérsela hecho llegar con más claridad al Partido Socialista de Navarra para evitar las tensiones internas que se han producido al final?
R. Ha habido un debate, un debate democrático. Y todavía seguimos debatiendo. Mañana [por ayer] hay un comité regional en Navarra. Yo entiendo a los compañeros de Navarra. Han sufrido ataques muy duros de UPN, del Partido Popular, y tienen, lógicamente, el amor propio afectado. Pero a veces, en política, por el bien común, hay que saber aguantar esos ataques.
P. No digo que no, y no cuestiono la decisión final. Le pregunto, como otro ejemplo de lo que decíamos al principio de la entrevista, si el proceso de ir de un punto a otro se ha efectuado de manera óptima o se han cometido errores en la gestión.
R. Pero seamos objetivos. No era una situación fácil.
P. No digo que sea fácil.
R. Es decir, lo que no podemos es decir que las situaciones difíciles tienen respuestas fáciles. Eso pasa en pocas ocasiones. No era una situación fácil, porque UPN se había quedado a uno de la mayoría, porque nosotros estábamos detrás de Nafarroa Bai, porque había ganas de cambio, porque el PSN había recibido, y el PSOE, muchas agresiones de UPN y del PP. No era una situación fácil. La gestión no era fácil y era una gestión con problemas, todo el mundo lo ha visto y es reconocible.
P. Si tuviera que volver a gestionar el proceso, sabiendo el resultado final, ¿lo volvería a hacer igual?
R. En lo que depende de la dirección federal, básicamente sí. Es decir, aquí se había cruzado el impulso político, la pasión política, con una perspectiva de más largo plazo, más de fondo, de más día a día, que nosotros queríamos trasladar al PSN, y que lo hemos hecho con la mayor prudencia. Con el mayor tiempo por delante, para que la reflexión fuera compartida, integrada, y no fuera como...
P. No ha sido muy compartida ni muy integrada, al final.
R. Bueno, vamos a verlo.
P. ¿Cómo se van a curar esas heridas?
R. Vamos a verlo. Yo creo que está evolucionando positivamente.
P. ¿Navarra es una excepción? O, ¿por qué es una excepción Navarra a la táctica general que había seguido el Partido Socialista hasta ahora, en Cataluña, desde luego, o en Galicia, de aliarse con los nacionalistas para desalojar al PP del poder?
R. Hay tres razones. Primera, porque somos tercera fuerza política, y para mí ésa es muy poderosa. Si hubiéramos sido segunda fuerza política, a poca distancia de UPN, la situación sería distinta. Segundo, porque el discurso de Miguel Sanz no ha sido igual que el del PP, ni su oferta de colaboración. Ofrecerse para colaborar es inédito. El PP nunca lo ha hecho.
P. Se jugaba el cargo en ello...
R. No, pero...
P. Quiero decir, ¿cree usted de verdad que Miguel Sanz ha hecho una reflexión que le ha llevado a buscar otras posiciones, o ha hecho de la necesidad, virtud?
R. Yo creo que hay algo de todo.
P. No es sólo cálculo político.
R. Yo creo que hay una parte de reflexión y una parte de hacer de la necesidad, virtud. Pero hay una cierta singularidad de lo que representa UPN, en relación con el PP. La hay.
P. La habrá a partir de ahora. Desde luego en los últimos cuatro años...
R. La había. Quizá no había aflorado, pero a mí me consta que la hay. Me constaba y me consta.”

De lo manifestado por Zetapé destacan los siguientes aspectos. En primer lugar, no sólo es que, conocidos los resultados del 27 de mayo, estuviera a favor de un gobierno en minoría de UPN, con una actitud de colaboración y cómplice del PSN, sino es que, además, él en ningún momento se expresó a favor de un gobierno de cambio (es de pensar que ni públicamente ni en conversaciones privadas mantenidas con miembros de su mismo partido). En segundo lugar, a su juicio, el PSN no lanzó durante la campaña ningún mensaje, ni subliminal ni explícito, a favor de un cambio de gobierno en Navarra, sino que esos mensajes los lanzó posteriormente. En tercer lugar, en línea de lo argumentado por Blanco, con unos resultados como los que se dieron, con un PSN relegado a la situación de tercera fuerza a mucha distancia del primer partido, no puede haber alternativa a la mayoría minoritaria de UPN. En cuarto lugar, el gobierno de UPN se ha visto favorecido por el hecho de que, en opinión de Zetapé, el discurso de Miguel Sanz no ha sido igual que el del PP en cuanto que planteaba una oferta de colaboración con el Gobierno central y con el PSN. En quinto lugar, desde su punto de vista la singularidad del discurso de Miguel Sanz en relación con la ortodoxia pepera existía desde antes, teniendo Zapatero constancia de ello, si bien el problema es que no había aflorado.

Desde luego, los argumentos de Zapatero plantean la duda a los lectores de si estará poseído por alguna distorsión cognitiva que le ocasione una percepción sesgada de la realidad, tan sesgada que no sea compartida por casi nadie que haya seguido la política navarra. O, más sencillamente, sirven para plantear la hipótesis de que estamos ante un mentiroso patológico al que, además, no le turban las consecuencias de sus actos. Y ello por muchas razones. Porque en la campaña electoral el PSOE en Navarra abogó por el cambio político, trayendo aquí a varios pesos pesados: al propio Zapatero, a la Vicepresidenta del Gobierno y al Ministro de Justicia Bermejo. Porque si hubiera existido un veto desde el principio, no se negocia durante dos meses tratando de conseguir lo más posible al menor coste. Porque, aunque UPN tenga los votos que tenga, si los demás cuentan con mayor apoyo del electorado, los demás siempre estarán legitimados para formar gobierno si llegan a un consenso programático, tal y como ha pasado en más de un lugar (y en algunos de ellos, con la colaboración activa del PSOE). Porque, de no producirse en UPN una escisión y de no regresarse al escenario político navarro de los ochenta con la derecha dividida en varias opciones, de aceptarse las tesis de Zapatero, UPN siempre gobernará en Navarra, máxime si el PSOE y el PSN se empeñan con contumacia en no salir de su patético suelo electoral. Porque ni Miguel Sanz ni su equipo se caracterizan por su moderantismo; antes bien son auténticos halcones de la derecha más cerril, ultramontana y excluyente, como se han encargado de demostrar una y otra vez a todos los ciudadanos que hayan querido verlo.

Por último, para finalizar, resulta llamativo que Zapatero obvie la existencia de un acuerdo programático entre el PSN, Nafarroa Bai e IU que permitía la constitución de un gobierno de progreso y convivencia sobre bases para nada estridentes que garantizaban la posible existencia sin problemas del gobierno tripartito, avalándose a la vez la posibilidad de constitución de un marco político de consenso y encuentro. Precisamente, la forma en que Nafarroa Bai condujo el proceso de negociación, pese a todos los desplantes, y su habilidad en concluir acuerdos vetados desde Madrid, será el punto de anclaje del círculo virtuoso en que se moverá Nafarroa Bai, fundamento de su futuro crecimiento y desarrollo.