jueves, 30 de agosto de 2007

El relato de Felones, Presidente del PSN

Román Felones, presidente del PSN, publicó ayer un artículo en Diario de Navarra prosaicamente titulado “PSN-PSOE: Balance y perspectivas” de índole explicativa dirigido “a cuantos se sienten particularmente agraviados con la decisión final adoptada por la Comisión Ejecutiva Federal de nuestro partido de permitir, con nuestra abstención, un nuevo gobierno conservador en Navarra”. El artículo es especialmente interesante porque constituye el relato más elaborado hasta la fecha presentado desde la órbita socialista.

A estas alturas de la película, cuando la realidad es que el PSOE ha cedido el gobierno de Navarra a UPN, saboteando de forma premeditada la opción del gobierno de progreso y convivencia, no resulta agradable leer argumentaciones que insisten en el papel de centralidad equidistante y racionalizadora del PSN. Dejando de lado el significado de las decisiones tomadas en última instancia, afirmar que el discurso socialista, articulado presuntamente en torno a la palabra “convivencia”, no pudo difundirse, atrapado “en medio de un frentismo identitario, personificado en el navarrismo conservador de UPN y el vasquismo semicamuflado de Nabai”, queda bien para contentar a un auditorio que se solace en el victimismo, pero revela una percepción autocomplaciente y distorsionada. Más allá del uso como slogan del término “convivencia”, término reivindicado también por el CDN, el PSN no ha elaborado ninguna teorización mínimamente atrevida que sirva para la normalización de Navarra en el terreno de lo político-institucional y de lo identitario. A 25 años de la entrada en vigor de un marco excluyente como el de la LORAFNA, cuyo desarrollo a manos de UPN ha pasado del delirio habitual de la última década al puro paroxismo entre enero y mayo de 2007, se precisan pasos firmes y valientes en pos de una Navarra integrada e inclusiva. En este sentido, devaluar las últimas aportaciones realizadas en esa dirección por parte de Nafarroa Bai, tildándolas de “vasquismo semicamuflado”, cuando de lo que hablan es de un navarrismo radical de izquierdas y de identidad a la carta, es seguir creyendo en las inercias del pasado y en la inmutabilidad del electorado navarro.

El relato de Felones, pasado el hito del 27 de mayo, sigue insistiendo en el peso de la inevitable desconfianza del PSN hacia Nafarroa Bai e IU en relación con la articulación de “un gobierno alternativo que hiciera visible el cambio, garantizara la identidad de Navarra y profundizara en las políticas sociales defendidas por la izquierda y el nacionalismo” por cuanto era una “fórmula inédita que entrañaba riesgos evidentes y que necesitaba legitimarse por su eficacia, su estabilidad y su adecuación a la realidad actual de la Comunidad”. Con todo, el articulista reconoce que aquellas tres fuerzas consiguieron llegar a “un programa de gobierno común impecablemente democrático y escrupulosamente democrático respetuoso del estatus actual de Navarra”. Llama la atención que Felones se refiera a las discrepacias en lo tocante a la composición del acuerdo cuando esto también se subsanó finalmente, aceptando los demás partidos la última oferta planteada por Puras. También recoge como obstáculo de orden interno que tuvo que afrontar el proceso de negociación entre las tres fuerzas, el correspondiente a “los procesos de constitución de los Ayuntamientos y del Parlamento”, que, en sí, fueron piedrecitas puestas en el camino por el propio PSN para forzar la ruptura de las conversaciones. Otros obstáculos del mismo orden mencionados por Felones (como “los debates internos de la coalición de partidos que conforman Nabai” o “la dificultad de transmisión de las propuestas a la opinión pública”) no se razonan suficientemente, sobre todo, porque, en lo que respecta al primero, Nafarroa Bai contaba con una extensa propuesta político-institucional refrendada en asamblea y que fue divulgada en la prensa, y porque, en lo relativo al segundo, se trataba esencialmente una cuestión de fallo de las capacidades comunicadoras de los propios socialistas.

Sin embargo, en la narración de Felones se nos informa de que las dificultades, a la postre, “definitivas”, fueron las que él califica como de orden externo, externo, pensamos, en la medida en que fueron impuestas al PSN por los órganos federales del partido o en la medida en que fueron trazadas por otros agentes. Entre ellas, cita, por este orden, “la ruptura de la tregua por parte de ETA; las conversaciones mantenidas por José Blanco y Miguel Sanz, al margen de las anteriores; y el veto de la Comisión Ejecutiva Federal” del PSOE. La cita, desde luego, permite comprender mejor el significado de la afirmación de Miguel Sanz [El Pais, viernes 17 de agosto] de que “La ruptura de la tregua ha generado un cambio de rumbo. Si ETA no hubiese roto la tregua es muy probable que yo no estuviese sentado aquí”.

Ahora bien, como en todo relato, en éste también impera la subjetividad, expresada ésta tanto en las apreciaciones como en los silencios. No se apunta nada en relación con el daño que un gobierno tripartito, según las bases programáticas acordadas, hubiera hecho a ETA, ni tampoco con el hecho de que posiblemente la fecha escogida por ETA para romper el alto el fuego tuviera como finalidad obstaculizar lo más posible la conformación de aquél. Por otra parte, resulta lícito pensar que la mención del reconocimiento de las negociaciones paralelas llevadas a nivel estatal por Ferraz y Miguel Sanz trata de realzar el papel de interlocutor de éste en relación con Navarra (pensando que puede ser un contrapeso que acote la agresividad del complejo peperoupenista), disimulando los efectos de la reunión entre Rajoy y Zapatero, la presencia de representantes del Partido Popular en reuniones sobre Navarra y el papel coactivo desempeñado en todo momento por el PP en relación con el tema navarro.

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